martes, junio 20, 2006

SU*SA*NA*


Salón del Cómic. 1997. Estoy con mis amigos dibujantes Paco Alcázar y Miguel Núñez, y otros recalcitrantes del Salón. Vamos a cenar algo. Nos metemos en un restaurante. Nos hacen pasar al sótano. Mientras llega el camarero nos reímos de la decoración. Las paredes están recubiertas de yeso imitando las formas redondas e irregulares de una cueva. Hay estalactitas, con una capa de nicotina.
Se siguen las conversaciones cruzadas. Aparece una chica demasiado bella y misteriosa para llevar en la mano un plato de botifarra amb mongetes. Se hace el silencio. Y le pedimos, como los siete enanitos a Blancanieves. Lleva una blusa blanca, ligera, abierta con naturalidad. Recuerdo especialmente su media sonrisa irónica al oír los chistes gruesos de nuestra mesa. Pensé que me gustaría verla en una película, en pantalla grande.

1999. Estoy tomando un cortadito en Marqués de Argentera, enfrente del Gobierno Civil, campo de refugiados albano-kosovar. Incluso hay colchones en la calle, propiedad de los pernoctadores avezados a la intemperie. En el bar, a modo de decoración, una jaula con un tucán, vivo. Miro por la ventana y descubro a la camarera fascinante cruzando la calle en dirección al bar donde estoy. Va acompañada de un tipo, mayor que ella, con barriga y una cartera. Se encuentran con un tercero. Ellos hablan, ella sonríe. Pienso que el tipo es del Este y ella le ha ayudado a arreglar los papeles. Parece contenta, él sólo satisfecho.

2001. Estoy intentando estudiar Historia del Arte en la UB. Voy al Comedor Universitario a tomar un café con inevitables efluvios de costo de mala calidad. Me pongo en la cola. Descubro que en la cola también está...ella. Lleva una cartera enorme, de cartero, rebosante de libros y libretas. Carga con todo ese peso con una naturalidad que sólo se consigue con la experiencia. Me gustaría decirle algo, pero...¿qué? ¿que me gustaría verla proyectada en pantalla grande?...Oh my god!

2003. Un amigo me enseña un cd que acaba de comprar. El retrato de la portada me resulta familiar. Días después doy un respingo cuando descubro que la mujer del retrato tiene un parecido asombroso con...ella!

16 de junio 2006. Estoy en mi puesto de trabajo, en la cafetería de una céntrica librería. Entra una mujer con un vestido negro y tacones altos. ¡Me parece reconocer su perfil! No sé si se dirige a la librería y pasará de largo... Se para en la barra. Me pide un cortado con algo, en catalán. La miro, es ella. No entiendo el algo. Me lo pide en castellano. Sonreímos con ironía. Rompo el hielo con una pregunta inofensiva y estúpida. Para que no confunda la situación, le digo que mi interés es puramente cinematográfico. Reacciona bien y se lo cuento todo. Lo del Gobierno Civil. Lo del tipo con barriga. Su marido, se acababan de casar. Se ríe a carcajadas. Me dice que ahora viene del despacho del abogado. De divorciarse. La felicito y quiero saber si soy la primera persona en hacerlo: "...la segunda contándome a mí misma." Encantadora...

2 comentarios:

Miguel B. Núñez dijo...

guau! Aquella camarera!!!



Madrid 2006. Un beso de un recalcitrante que te echa de menos! Mi churri aún no te conoce y eso hay que remediarlo!

Anónimo dijo...

Eso me ha pasado ya con tres chicas en Barcelona, y al menos una de ellas resultó ser una garrula de cojones. Lo interesante en estos casos es saber si para la otra persona tú también eres recordado como alguien intrigante. En fin, si a ella también le has llamado la atención. Para tal propósito, es importante dejar huella con un pisotón, un estornudo en el cogote o un piropo marrano. Queda descartado un comentario sesudo en voz alta a lo sesentero, eso nunca funciona para bien.