miércoles, junio 28, 2006

Documento encontrado

Lo curioso de este relato es que después de algunos años, en un cajón, se volvió profético.
(El texto está transcrito literalmente, respetando las faltas que la profesora "pasó por alto".)



"Hola, estimados lectores, me llamo Smith, Harry Smith, y os voy a relatar un hecho que no deseo que le ocurra a ninguno de ustedes.

Cierto día, en uno de mis viajes de negocios a Chicago (como es habitual), tuve un mal presagio.

Me adormecí en un incómodo banco del aeropuerto, y perdí el avión de las cinco horas, así que tuve que esperarme al de las siete.

Mientras tanto, fui al bar a tomar una copa, cosa que me despeja y me ayuda a evadirme de mis problemas (aunque sólo parcialmente).

Durante mi estancia en el bar, ví que los pasillos se empezaron a llenar de policías que iban armados hasta los dientes.

Apresuradamente, apuré la copa de un solo trago, y me propuse preguntar al policía más cercano, la causa de tal alboroto y bullicio.

- Buenas tardes.-dije yo- ¿algún problema?

- Parece ser que quieren sabotear el próximo avión -me contestó con una voz áspera y agonizante- si usted lo va a tomar pase por control rápidamente. Me dirigí a dicho control y me cachearon sin ningún miramiento. Salí a la pista de aterrizaje y a partir de ese momento, un escalofriante pensamiento recorría mi mente.

Subí por las escalerillas. Pensativo. Preocupado...

-¡Buenas tardes!- dijo una azafata que se encontraba en la puerta, y que me asustó atrozmente. -Espero que el viaje sea de su agrado. -y enseñó sus resplandecientes dientes con una sonrisa. -Eso espero.- contesté entre dientes.

Me aposenté en mi correspondiente butaca. (sic)

Por un momento, me alejé de todos los problemas, y empecé a pensar en toda la seguridad que ofrecen los aviones americanos, y en la severidad de los registros en los controles, y descarté (aunque no por completo) toda posibilidad de sabotaje...

(Mientras pensaba todo ésto, un compañero mío, llamado James Cranwford (sic), me saludó cordialmente y se sentó al lado mío.)

Sonó una cálida voz de mujer que daba las típicas instrucciones y deseaba un buen viaje.

Entonces, James abrió su "New York Time" (sic) en el apartado de sucesos y se puso a leer tranquilamente.

Todo parecía normal...pero de pronto, una voz no tan cálida, ya que era de hombre, previamente tranquilizando a los pasajeros, mencionó una pequeña avería en el motor izquierdo, pero sin grandes consecuencias al respecto. Poco a poco, mi mal presagio se fue comprobando. No mucho después noté unos leves balanceos que aumentaban progresivamente. Me sudaban las manos. Esta progresión también afectaba a mi nerviosismo a medida que aumentaban ambos. Más tarde, sentí un cierto mareo, y ví unas reverberantes luces amarillas que acrecentaban el sudorío (sic).

Unos momentos después, una bella azafata (que llevaba un vestido de sofocantes tonos anaranjados), me dijo que si me encontraba bien, y si quería tomar algún refrigerio. Yo, como es típico en todo americano, pedí una "coke".

Otra vez esa voz fría nos comunicó otra noticia, esta vez mucho más grave. Eran ya tres los motores averiados y se había declarado la alerta roja.

Esos leves balanceos ya no eran tales, sino que sacudían violentamente al avión. Yo sabía que no habían muchas posibilidades de salir con vida de esa maldita máquina. De un momento a otro podíamos morir.

Mi compañero James, inmóvil, como indiferente a esas ásperas palabras.

La gente gritaba. Todo se salía de su lugar.

El pasadizo entre las dos filas de asientos, estaba interrumpido por múltiples bolsos y carteras que caían sin cesar.

Miré por la ventana. Ví muchas estrellas. Entonces, y sólo entonces, pensé en lo corta que había sido mi existencia. También pensé en la suerte de no tener familiares que sufran por mi pérdida. Me sentí afortunado.

El avión empezó a perder altura. Supuse que estábamos descendiendo para aterrizar en el aeropuerto más cercano. Una posibilidad cruzó mi mente vagamente. Seguí agobiándome. El sudor corría por todo mi cuerpo. Sequé levemente el sudor de mi frente con un pañuelo de seda que guardaba en el bolsillo. No sabía que hacer. Estaba inmovilizado.

Ibamos descendiendo irregularmente, y el avión parecía dar "coces". La gente se levantaba de sus asientos y corría hacia todas direcciones. Desesperada. Los niños lloraban como nunca lo habían hecho. Unos se abrazaban para estar unidos ante dicha tragedia. Otros se cubrían la cabeza con cojines. A pesar de ésto, James y yo permanecíamos serenos (aunque sólo aparentemente).

De pronto uno de los pasajeros se acercó a la puerta sin vacilar, y con la ayuda de otro, la abrieron. Oí un apabullante y ensordecedor sonido que rechinaba en mis oidos. Era similar al sonido que produce la botella de "champagne" al ser descorchada...

*******

No logro recordar más hechos porque parece ser que sufrí un desvanecimiento. Luego me encontré en una luminosa habitación de hospital. No tenía nada grave, tan solo una leve contusión en la cabeza (causa del desmayo) producida por un golpe con una chapa de una pared lateral que se salió de su sitio cuando el avión hizo el "aterrizaje". James salió ileso del accidente.

A pesar de dicho desvanecimiento, viví todos los peores momentos de esa tragedia.

Y eso es todo. Espero que les haya conmovido al menos un poco, y que se den cuenta que hasta en América ocurren tragedias todos los días."

Apreciación suspicaz...

lunes, junio 26, 2006

El Paseo



El Paseo

Robert Walser muerto en la nieve durante su último paseo. Últimas y reveladoras palabras de un camionero accidentado. Para mí, sin hacer juicios de valor, hay dos tipos de personas: las que identifican el paseo con la vida y las demás.





Robert Walser, 1956 / Rubén, 2006

viernes, junio 23, 2006

Socorro Rojo II

Estimulante la información que me ofrece la primera página. No conozco la palabra "Baedeker", pero el que esté en compañía "de los locos" me inspira confianza.
El escritor, alemán y, no sé por qué, de los simpáticos.
Primera edición. Madrid, 1930. Pre-2ª República. Editorial, Cenit. Bien. Busco el precio, de saldo. Me aseguro de que el contenido me interese y de que no me dejo llevar por un impulso sentimental. Después de un prólogo inflamado y entrañable del traductor, encuentro unas crónicas urbanas sobre las visitas que hizo el autor a París y Londres en 1924. Me recuerda a La ciudad automática de Julio Camba.
Investigo en internet. Holitscher fue uno de los fundadores de Socorro Rojo, junto con Albert Einstein y otros muchos, más o menos anónimos. Comunista y, por si fuera poco, judío. O al revés, tanto da. Su obra -y la de muchos otros- fue condenada a la hoguera -literalmente- y al ostracismo por el nuevo gobierno de Alemania, el del partido Nacional(ista)-Socialista. Sin ser Holitscher un autor brillante y sin que se le pueda considerar un clásico universal, no puedo negar la empatía, al leer este libro, con cierto impulso natural vulgarmente llamado revolucionario. "Revolución", palabra usada recientemente por los publicistas de Banco Santander para promocionar un tipo de hipoteca... Che Guevara, un hippy fumeta que sale en camisetas y chapas...
La Historia, sabe como neutralizar la Otra Historia, la de los vencidos, la de las revoluciones abortadas. Yo, por lo pronto, he salvado este libro de la hoguera.

miércoles, junio 21, 2006

Socorro Rojo I


Hago tiempo en el café-librería de Joaquín Costa. He quedado con mis amigos de la librería rusa, en la misma calle. Me relajo en uno de los comodísimos sillones. Pienso en el nombre que podría poner a este blog. Miro a través de la ventana y observo a los distintos transeúntes. Se me aparece el nombre mentalmente, como un rótulo de Las Vegas.
Recuerdo que estoy también en una librería. Echo un vistazo a unos cuantos libros usados con la excusa de poder encontrar, por ejemplo, El agente secreto de Joseph Conrad. Encuentro títulos como La ciudad de la niebla de Pio Baroja, La fuente encantada de Juan Ponce de León -de una colección de Seix Barral llamada Grandes Exploradores Españoles/Narraciones novelescas de la conquista del Nuevo Mundo- y una versión francesa de Paul Auster, La musique du Hasard. Entre ellos, un libro misterioso. Sin letras en la cubierta, sin publicidad. Lo cojo y vuelvo al sillón.

Levanto la cubierta. Encuentro una paginita, de otro libro. Combate de hombres y leones. Política de pan y circo, un clásico de ayer y hoy...Detrás, el final de un relato -"Dios había perdonado al pecador llevándoselo al cielo."(sic)- y un párrafo enumerando las razones por las que comprar aquel librito: 300 cromos de amena lectura, los hechos más notables de la Historia Universal con 300 grabados, con 300 chascarrillos, 300 geroglíficos, 300 charadas en acción, 100 caricaturas y tipos cómicos españoles, 50 tipos de mujeres de todas las provincias, 50 de todos los cuerpos armados de la península, 20 cantares populares en acción, 20 cuadros de las diferentes suertes del toreo y otras muchas curiosidades.

martes, junio 20, 2006

SU*SA*NA*


Salón del Cómic. 1997. Estoy con mis amigos dibujantes Paco Alcázar y Miguel Núñez, y otros recalcitrantes del Salón. Vamos a cenar algo. Nos metemos en un restaurante. Nos hacen pasar al sótano. Mientras llega el camarero nos reímos de la decoración. Las paredes están recubiertas de yeso imitando las formas redondas e irregulares de una cueva. Hay estalactitas, con una capa de nicotina.
Se siguen las conversaciones cruzadas. Aparece una chica demasiado bella y misteriosa para llevar en la mano un plato de botifarra amb mongetes. Se hace el silencio. Y le pedimos, como los siete enanitos a Blancanieves. Lleva una blusa blanca, ligera, abierta con naturalidad. Recuerdo especialmente su media sonrisa irónica al oír los chistes gruesos de nuestra mesa. Pensé que me gustaría verla en una película, en pantalla grande.

1999. Estoy tomando un cortadito en Marqués de Argentera, enfrente del Gobierno Civil, campo de refugiados albano-kosovar. Incluso hay colchones en la calle, propiedad de los pernoctadores avezados a la intemperie. En el bar, a modo de decoración, una jaula con un tucán, vivo. Miro por la ventana y descubro a la camarera fascinante cruzando la calle en dirección al bar donde estoy. Va acompañada de un tipo, mayor que ella, con barriga y una cartera. Se encuentran con un tercero. Ellos hablan, ella sonríe. Pienso que el tipo es del Este y ella le ha ayudado a arreglar los papeles. Parece contenta, él sólo satisfecho.

2001. Estoy intentando estudiar Historia del Arte en la UB. Voy al Comedor Universitario a tomar un café con inevitables efluvios de costo de mala calidad. Me pongo en la cola. Descubro que en la cola también está...ella. Lleva una cartera enorme, de cartero, rebosante de libros y libretas. Carga con todo ese peso con una naturalidad que sólo se consigue con la experiencia. Me gustaría decirle algo, pero...¿qué? ¿que me gustaría verla proyectada en pantalla grande?...Oh my god!

2003. Un amigo me enseña un cd que acaba de comprar. El retrato de la portada me resulta familiar. Días después doy un respingo cuando descubro que la mujer del retrato tiene un parecido asombroso con...ella!

16 de junio 2006. Estoy en mi puesto de trabajo, en la cafetería de una céntrica librería. Entra una mujer con un vestido negro y tacones altos. ¡Me parece reconocer su perfil! No sé si se dirige a la librería y pasará de largo... Se para en la barra. Me pide un cortado con algo, en catalán. La miro, es ella. No entiendo el algo. Me lo pide en castellano. Sonreímos con ironía. Rompo el hielo con una pregunta inofensiva y estúpida. Para que no confunda la situación, le digo que mi interés es puramente cinematográfico. Reacciona bien y se lo cuento todo. Lo del Gobierno Civil. Lo del tipo con barriga. Su marido, se acababan de casar. Se ríe a carcajadas. Me dice que ahora viene del despacho del abogado. De divorciarse. La felicito y quiero saber si soy la primera persona en hacerlo: "...la segunda contándome a mí misma." Encantadora...

domingo, junio 18, 2006

SERENDIP*

"Salir de casa siempre es iniciar una aventura en la que puede producirse un encuentro inesperado, una escena insólita, una experiencia inolvidable, una revelación imprevista, el hallazgo de un objeto prodigioso. Para designar ese tipo de fenómenos, tal y como eran percibidos por los antropólogos de la Escuela de Chicago, Ulf Hannerz emplea un término acuñado por el escritor Horace Walpole (s. XVIII) a partir de su feliz encuentro con un cuento de hadas, Los tres príncipes de Serendip, cuyos personajes tenían el don de hacer precisamente descubrimientos felices e inesperados: la serendipity, hallazgo casual de algo maravilloso que no se andaba buscando."

El animal público, MANUEL DELGADO



"...se trata de hechos que, aunque hubiera que considerarlos como meras constataciones, siempre aparentan ser una señal, sin que pueda decirse con precisión qué señal, que me hacen descubrir inverosímiles complicidades en plena soledad, que me convencen, cada vez que creo que sólo yo manejo el timón del barco, de que soy un iluso."

Nadja, ANDRÉ BRETON