Conocí a David hace ya 9 años. Yo hacía de camarera en el bar de mi familia, en la periferia. Una mañana entró David, con Lulú Martorell -que ahora vive feliz en el Senegal y en taparrabos- y un tipo agitanado, Sergi. Se reían sin parar y no se quitaron las gafas de sol. Ya me encargo yo de ellos, le dije a mi padre disimulando el interés. David pasó una temporada en Sant Adrià, donde todavía tenía familia. Se hizo habitual del bar y se ganó la simpatía de mi padre. Empezamos a mantener conversaciones mientras trabajaba y también fuera del bar.
Cuando conocí a David yo no sabía nada de nada. Después, fui aprendiendo cosas utilísimas: a escuchar, a callar y finalmente a hablar. David siempre me contaba cosas fascinantes, aunque más que contar indicaba, con lo que yo tenía que deducir el resto. Creo que fue la época dorada de mi desarrollo neuronal. Entonces me hice cazadora de anécdotas y llevaba mis presas a la casa de David. Las soltaba espontáneamente, pero pensando en cada frase, en cada palabra. El riesgo era alto, captar la atención de David no era fácil. La frase fatídica que más temía era: a mí esto no me interesa. Empecé a hacer fotos en mis paseos, rincones, carteles y cosas curiosas. Se las enseñé y me dijo: ah, esto está muy bien, es fotografía casual. ¿Ah sí?. Sí, pero no lo digas porque se desvirtuará. Sigue haciéndolas.
Bueno, lo que quiero decir es que David fue una aparición decisiva en mi vida. Con él aprendí la existencia de algo importantísimo: la posibilidad. Como es natural, esto te hace abrir muchas puertas: todas.
Entonces escribió la Trilogía de Chernóbil (Sant Adrià de Besòs): I Central Térmica, II Incineradora, III Depuradora. Admiré que alguien pudiera sacar algo memorable de toda aquella desolación de extrarradio en la que yo había crecido.
(...)*
Después (o antes?) vino el descubrimiento de Cuba. David había pasado varias temporadas allí, y vivía fascinado por el lenguaje que allá se usa; por la rumba y el son- pa' bailar el son hay que tener corasón-, la descarga, el Bugaloo; por las gentes y los personajes que encontró; y por el obligado uso de una picaresca muy sofisticada.
(...)*
Y después vino la novela: Saltimbanquis. La primera lectura que hice fue compulsiva. Las siguientes, pausadas, atentas. Después del primer capítulo comprendí que merecía leerla en voz alta, cosa que no me pasaba desde las críticas taurinas de Joaquín Vidal, gran poeta-prosista. Sentí que aquello me explotaba en la cara, y es que tiene mucho de incendiario. Y de literatura: personajes que se definen y fascinan con dos frases; la exactitud del léxico; las situaciones más o menos disparatadas pero siempre reconocibles; el buen uso iconoclasta de la 2ª persona; diálogos muy ajustados... Y agradecí el sentido del humor, amargo a veces, que me hizo reír hasta llorar, y sobre todo, la pertinencia de la incorrección política, pertinente por liberadora.
Añadiré que fui recibiendo, con emoción y un poco de respeto, cada una de las versiones corregidas y retocadas. Dar mi opinión a David era una responsabilidad enorme. David me eligió porque a mí me gustó. Además sabe que yo no sé mentir.
Me hacía reír cuando me contaba que casi había perdido amigos con esta novela. La leían y se indignaban. Con la mierda que editan hoy en día no me extraña que esta novela parezca "dispersa" o caótica... ¡es un hipertexto!... El cerebro se nos atrofia y ya no sabemos ordenar información sin... ordenador.
*elipsis que contiene valiosísima información, de valor humano. No menciono, por ejemplo, mi encuentro con Rossend, filósofo y poeta, taciturno lúdico, amigo entrañable, persona sensata, lúcida, y que finalmente no vino a vivir a mi piso del Raval. Le daremos de comer aparte...
"El suicidio ha hecho escritores gloriosos a algún mediocre; antes de él puede llegar esa "segunda edición" que calma tanto; el suicidio que espere a tener razón. Corregir es casi todo en el Exito, es lo que hace geniales.(...)"
Museo de la Novela de la Eterna, (1948) Macedonio Fernández
"...no se debe cesar de corregir; el talento no es más que trabajo y lo más de ese trabajo es corregir; hasta diré: el talento es algo innato y mucho de corregir."
Carta, Macedonio Fernández
POSIBLE PRÓLOGO A LO NUNCA VISTO O PRÓLOGO A LA NOVELA FUTURA
Ya está aquí, por fin, la Novela futura. Podría decirse que hay autor. En tal caso y, por esta vez, sería David Broggi o Broges...
Se la conoce por varios títulos, sólo un par se nos ofrece a los profanos del sitio: Saltimbanquis, o bien Hombre Cámara.
Si Museo de la Novela de la Eterna fue presentada por Macedonio Fernández, con toda la ironía que debe tener un autor, como la primera Novela buena, David Broggi podría decir perfectamente que Saltimbanquis es, sin duda, la primera Novela mutante. Las historias mutan a pesar del lector -como los recuerdos-, son campos de minas que explotan en todas direcciones, y nunca se pisa la misma... Los pusilánimes pueden refugiarse, si quieren, en la novela decimonónica clásica o reciclada... a los impresionables o Anagrameros se les caerá de las manos o bien la arrojarán al suelo con fuerza... es lo que se hace vulgarmente con la vanguardia.
Las historias que se exponen en esta novela parecerían transcritas febrilmente durante una sesión de espiritismo de altos vuelos -con Borges, Proust, Kafka, Rulfo- si no fuera por la meticulosidad, necesaria más que nunca, con la que el autor manipula el lenguaje, la palabra, el trapecio...
Es una tragedia clásica-futura, de Far West: la historia de un Caballero, de un llanero solitario, de un centauro del desierto, continuador, de manera sutil, de la gran tradición del amor cortés: Dante y Beatriz; Petrarca y Laura; Orlando y Angelica.
En el Hombre Cámara es Juan de Juanes -el saltimbanqui, el hombre delgado, el intruso, el biznieto del juez de paz, el joven periodista, el extranjero, el alacrán, el doble y el gordito-, y busca a Adela. Pero la busca dentro del Laberinto.
ÍNDICE
Saltimbanquis
El retrato
Aduaneros del sitio
El páramo
Los hombres orquesta
La cordillera
Las tías
La ruta del cabo
Secreta
La onda
El zoco
Desierto
Pintora del hipertexto
Periodista
Las Vegas Club (o Bulerías)
Gusanos
La feria del caballo
El doble
Volver a los sitios
El guarda
Planta incineradora
Caza útil
Propaganda
Forma de engaño
Sofoco
Aduaneros reciclados
Red sonora
Aduaneros del sitio
- ¿De dónde vienes? - preguntaron los guardianes.
- ¿Adónde vas? – repitieron.
Y el intruso meditó la respuesta. Los guardianes eran sabios a la vieja usanza cuya utilidad en la vida moderna era calibrar a los viajeros que accedían a la región. Los jubilados más despiertos residían en el portal de toda página que se preciase de ser auténtica. Que chuparan pantalla no implicaba que tuvieran poder alguno sobre los tejemanejes cibernéticos de la comunidad del sitio. Su tarea consistía en determinar el carácter de los eventuales intrusos. Los menos viejos llevaban celulares injertados bajo la epidermis y los más veteranos utilizaban un sonotone o móvil incorporado que les permitía contactar con las altas esferas. De ellas dependía la decisión astrofísica de conceder o denegar el acceso a todo recién llegado.
- ¿De qué vas? -insistieron los viejos.
- Ni vengo ni voy –respondió el intruso- yo paso.
- ¿Así que siempre estás de paso? –preguntó uno de ellos.
- No me muevo, pero voy pasando.
- ¿Significa esto que estás lejos o que estás cerca, de los que te vemos pasar?
- Que no me mueva no significa que sólo viaje por dentro. Aparezco y desparezco, como vosotros, sólo que yo estoy solo.
- Ah –dijo el más viejo del lugar- un día te sentarás con nosotros o con gente parecida a nosotros.
- No creo. Vigilar no es lo mío.
Callaron y lo dejaron pasar, si bien aparentemente nadie le obstruía el paso. Un angosto desfiladero penetraba en las montañas. Antes de perderlo de vista, los viejos coincidieron en que era un sujeto agradable que no pretendía dejar huella en aquel lugar ni probablemente en ningún otro, un hombre delgado que caminaba a grandes zancadas. No había llegado muy lejos cuando oyó la llamada.
- ¡Oye tú! –gritó el más joven de los viejos- ¡Vas a encontrarte con tu pasado!
Como si no se hubiera movido, el pasante volvió al punto de partida sin desandar el tramo recorrido. Los viejos vieron su figura en el desfiladero, en un espejismo, y la inmediatez de su regreso ante ellos confirmó que dominaba el arte del trampantojo. No por fatigadas, las aptitudes sensoriales de los ancianos dejaban de ser afinadas y sutiles, como corresponde a observadores avezados.
- ¿Qué pasado? -preguntó el hombre delgado.
Los viejos no respondieron. Les pareció una acción digna de un intruso, pensaron que se trataba de una de tantas ilusiones tecnológicas inventadas por las mentalidades modernas. El golpe de efecto fue contraproducente, el recién llegado se convirtió en lo que los viejos habían presumido al principio y luego descartado en función de sus andares desgarbados y atinados comentarios. Aunque no mintió, pues había avisado de que no se movía, a ojos de los viejos era un farsante. Y ellos no admitían discusiones, estaban acostumbrados a dejarse llevar por el rechazo a primera vista. Así que le sugirieron volver por donde había venido.
martes, enero 09, 2007
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
4 comentarios:
Me he quedado estupefacto, como si me hubieran dado un estupefaciente no conocido. El ego, la humildad, todo es fabuloso, hasta el "esto no me interesa" suena bien, aunque parezca el tono de un gilipuertas selectivo.
He sido así de imbécil y espero haber mejorado en intransigencia en los nueve años de distancia. El gurú o maestro se fundió... nunca debió existir, pero queda el disfrute, de fruto, como estupefacto, de facto. Palabrejas y abrazos.
El deivid
¡Qué bonito duelo de titanes!
Bueno saber de ud. por la red, estimada Deborah, y bueno también volver a leer (parte de) sus pensamientos.
Añadida a favoritos.
Un besazo
Hola xavala, me ha hecho gracia conocer a algunos de los personajes de
los que hablas, David, al que conocí hace tiempo en una fiesta que
montan en su casa en navidad y invitan a todo el mundo, con lulú
trabajé en BTV y de Joan Simó recuerdo las performances que hacía
escondiéndose una pierna, colocaba una pata de jamón roida y se
arrancaba trozos, además llevaba un moco colgando rollo manga.
Saludines Kikolgrauruiz@hotmail.com
Publicar un comentario